Con este óleo la artista cuestiona el papel de la justicia al personificarla en una mujer que es el eje central de la obra y que está en situación de vulnerabilidad total. Arango utiliza dicha imagen como forma de resaltar el papel que jugaba la ley dentro de la estructura social de su época. Dentro de otra posible lectura, Justicia llama la atención sobre las formas en que el patriarcado, hipócritamente devoto, manejaba las fórmulas del poder y de la sociedad en general, así como también el liderazgo legal que quedaba supeditado a una voluntad particular y fungía como autoridad moral: en este sombrío panorama la justicia no era la misma para todos los colectivos que integraban el país. En la pintura, de corte expresionista, tenebrosos policías o militares de dientes afilados y fálicos garrotes, detienen a una mujer representada mediante brillantes y vivos colores que contrastan con fuerza con el apagado entorno. Toda la obra enmarca simbolismos poderosos dados en la iconografía, en el tema y en los rasgos pictóricos con que fue ejecutada: Débora sigue generando reflexiones sobre lo que fue el imaginario y el deber ser de las mujeres de mediados del siglo XX, y por qué no, también del XXI.
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