Probablemente aludiendo a las astutas e ingeniosas artimañas que se le atribuían a la alcahueta Celestina, la artista recrea una ambigua escena en la que a través de tres planos diferenciados, se presentan dos figuras femeninas que parecen encarnar la situación de complicidad. Bajo la mirada de quien suponemos encarna el papel de una rolliza celestina en segundo plano, la joven mujer del primero, desgonzada y meditativa, pero provocadora al mismo tiempo, permite especular frente a su posible desencanto a la espera de un algo o alguien que apenas queda insinuado en el gesto enigmático de su presencia.
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