Esta obra representa a hombres entrando y saliendo de un misterioso lugar cubierto por una cortina. Arango permite que el espectador imagine lo que ocurre en este lugar mediante las expresiones de estos hombres anónimos. Entran pulcros y salen desaliñados y empequeñecidos. Arango hace al espectador cómplice de la escena haciéndolo parte de la línea de hombres que asumimos entran a un burdel. Arango critica la forma en la que las mujeres vulnerables, especialmente las prostitutas, fueron tratadas por la sociedad, invitándonos a decidir como espectadores si nos unimos a su crítica y condenamos el trato.
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