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Mandinga de aleijado – Parte 3: Represa

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He aquí que el contrapunto del cuerpo monstruoso es que, tras el abismo, se recoge en un canasto de dendé y lavanda, y es cargado por la lluvia, desembocando en el fondo de una represa.

Este cuerpo mío aleijado (lisiado) decanta por tanto tiempo que se metamorfosea, aprende el oficio de represa.

¿Qué es una represa, sino un río en estado de monstruosidad?

Entonces tenemos que: una represa es un río aleijado.

Todo lo que le queda al cuerpo represa es la memoria de río, hacia la cual sus aguas confluyen.

Es rezo para el tiempo del futuro y del pasado, que guarda y lleva el sabor de la sangre de la boca de las onzas que se transforman en mujeres que guerrean. Es rezo que lleva la nostalgia del ruido de los maracás y del olor del tabaco. Es el recuerdo de la anciana que cose los pedazos de carne y deja cicatrices como regalos.

Cada cicatriz que marca la piel de mi cuerpo aleijado es un punto marcado en la superficie, es un pedazo de información. Es tecnología de regreso, de trayecto que me informa la cartografía del retorno al río.

El mapa dice: ¡silencio!

Y regreso.

Regreso porque el silencio hace despertar los saberes que bailaban en las palabras del viento cuando era niña.

Yo cerraba los ojos y Aracati me soplaba al oído:

¡Recuerda! ¡Tu mandinga es la de aleijado! ¡Tu hechura se dio en la herida!

Y explicaba:

Mandinga de aleijado es bailar en el fondo del agua, para despertar a los ancestros.

Mandinga de aleijado es tragar los dientes y hacer nacer semillas que brotan de la tierra.

Mandinga de aleijado es transformar el bastón en lanza adornada, para perforar y hacer sangrar las represas.

Mandinga de aleijado es sentirse como un ruiseñor de pico desgarrado.

Mandinga de aleijado es encender un farol que ilumina las aguas turbias y los sótanos embrujados de la propia imaginación, permitiendo ver los colores que festejan en la penumbra del terreiro de la mente.

Mandinga de aleijado es estar asentado en las entrañas del cruce entre Maestra Locura y el Río Jaguaribe.

Mandinga de aleijado es girar faldas de piel de abuela-onza.

Mandinga de aleijado es bordar nombres en mantos de presentación, usando hilos rojos teñidos con urucú.

Mandinga de aleijado es escuchar los consejos de la serpiente coral de peluche que dormía contigo en la cuna, y ya adulta preguntarle a tu madre por la tal serpiente, pero tu madre jura que nunca vio tal juguete.

Mandinga de aleijado es estar hecho de rito, furia y garras capaces de romper cráneos.

Mandinga de aleijado es cargar agua en calabaza, en los infinitos intentos de revigorizar los corazones espejos, enloquecidos, tan llenos de dolor por habitar el mismo espacio de deformación.

Mandinga de aleijado es lanzar flechas al pecho de hombres blancos de batas blancas.

Mandinga de aleijado es ofrecer perlas y rosarios a santas inventadas.

Mandinga de aleijado es gastar noches sin dormir, ejecutando fugas de manicomios y hospitales psiquiátricos, tan infinitos y oníricos.

Mandinga de aleijado es adornar piernas de palo y canillas de acero.

Mandinga de aleijado es expandir la humanidad en sus posibilidades más atrevidas, sobrepasando todas las ideas, tan bobas, que los cuerpos simétricos tienen sobre lo que es ser humano.

Mandinga de aleijado es empujar camillas que cargan el propio cuerpo recién nacido posparto, mientras consuela el pecho vacío de la madre en llanto y el deseo del padre de romper todas las paredes del hospital.

Mandinga de aleijado es inundar el baño de casa, al llenar el box con agua de la ducha en el intento de ahogarse en un río forjado en la bañera verde de la infancia.

Mandinga de aleijado es conversar con el hombre del abrigo y sombrero de copa negros, que aparece al lado izquierdo en las salas de cirugía, preguntando por qué hay tantos cables pegados al cuerpo, por qué tanto ruido.

Mandinga de aleijado es aprovechar el delirio y la sedación como portales para viajes astrales.

Mandinga de aleijado es sentir saudade de la aldea sin haber pisado nunca allí.

Mandinga de aleijado es hacer del cuerpo represa, en retorno al río.

Mandinga de aleijado es encantarse en la memoria del agua y de la tierra, sabiendo el momento de volver a ser persona.

Y volver a ser represa, que es río en grito, río en estado de deformación.

Volver a ser gente.

Y jugar a ser represa, que es el grito del río en estado de lisiadura, anestesiado de tanto deseo por sentir.

Y volver a ser río, comprendiendo su lenguaje y cantando su canción.

Y otra vez represa que desborda agua de lágrimas, en el anhelo por estallar.

Encantarse en onza santa, y jugar con ella.

Luego volverse represa, como agua sagrada que lava las cabezas cansadas.

Entonces aprendo.

Mi cuerpo represa sangra en cosmoagonía y sigue haciendo sus mandingas, porque todo sigue siendo abismo.

Mi cuerpo aleijado es una embarcación naufragada en el fondo del agua.

Mi mandinga de aleijado es descansar en la represa, esperando el tiempo de volver a ser río, mientras sueño imágenes de serpientes encantadas.

Lua Cavalcante

Notas:

  • Cosmoagonía hace referencia al concepto trabajado por Glicéria Tupinambá, artista y líder indígena brasileña.
  • Alejiadu hace referencia a una persona con discapacidad, lisiada o algo parecido
  • Mandinga de aleijadu: significa ritual del inválido o lisiado