En los años setenta Cali se convirtió en un hervidero de experimentación artística. Para entonces la ciudad ofrecía un nicho ideal para el surgimiento de nuevas ideas, movimientos y escenarios culturales. Artistas tan destacados como Enrique Grau, David Manzur, Antonio Roda, Pedro Alcántara Herrán, Lucy Tejada, y Hernando Tejada inspirados por la renovación que implicaba un arte vivo, comunitario y dinámico, encontraron en lugares como el Teatro Experimental de Cali (1955|1969) y Ciudad Solar (1971), escenarios para explorar sus inquietudes, para preguntarse por los alcances de las disciplinas artísticas y para germinar la semilla de la contracultura caleña. En ese entorno, y ya habiendo hecho toda suerte de artefactos, títeres y escenarios para obras de teatro, ballet y ópera, Tejada se propuso una empresa aún más desafiante: “voy a hacer a unas mujeres objetos”, así lo sentenció frente a su amiga, la bailarina y gestora cultural Larissa Sanclemente, quien además fue la flamante propietaria de las medias rojas de malla que porta Mónica, la mujer filarmónica (1976). Mónica, al igual que las otras mujeres-objeto poseía una funcionalidad, en este caso fundamental para la cotidianidad de Tejada, la de salvaguardar su tocadiscos y sus numerosos acetatos y vinilos. Si bien Mónica tiene estrecha relación con la música e incluso fue partícipe de eventos con la Orquesta Filarmónica de Cali, no sería la única pieza en madera que estaría dedicada a esta disciplina, después de ella llegarían los portadiscos Bach, Beethoven, Schubert, Satchmo (1975-1976) o piezas como el Organillero (1976).
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